¿Por qué no se sopla al fuego en las escuelas iniciáticas?
En algunas escuelas iniciáticas como las herméticas, masónicas o rosacruces existe una enseñanza curiosa y simple: “al fuego no se le sopla”. ¿Pero por qué se sopla entonces a las velas de pastel de cumpleaños?
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10/24/20253 min read


¿Por qué no se sopla al fuego en las escuelas iniciáticas?
En algunas escuelas iniciáticas como las herméticas, masónicas o rosacruces existe una enseñanza curiosa y simple: “al fuego no se le sopla”.
Aunque pudiera parecer una mera superstición, detrás de esta advertencia se halla una profunda lección simbólica sobre los elementos, el respeto a la vida y la conciencia espiritual.
El fuego: símbolo de la vida y del espíritu
Desde los orígenes del hombre a partir del descubrimiento del fuego, este elemento ha sido considerado una manifestación divina. En la llama se reconocía la presencia del espíritu que anima toda la creación. Por eso, apagar una llama con el aliento el mismo que simboliza la vida o el alma (Ruach en hebreo, Pneuma en griego, Prana en sánscrito) se considera una contradicción:
“No se apaga la vida con la vida misma.”
En las escuelas iniciáticas se enseña que el fuego representa el principio divino y la conciencia, mientras que el aire representa el verbo, el pensamiento, el espíritu. Soplar una llama con el aliento es mezclar estos dos principios en un acto de dominación, no de armonía. Por eso, cuando una vela o lámpara ritual debe apagarse, se hace cubriendo la llama, sofocándola con respeto, o dejándola morir naturalmente, jamás soplando.
Un gesto de respeto hacia los elementos
La alquimia enseña que los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra no son meras sustancias, sino fuerzas vivas y complementarias. Cada uno tiene su función y su dignidad. El fuego transforma, el aire comunica, el agua purifica y la tierra sostiene.
Soplar el fuego para extinguirlo es simbólicamente un desequilibrio elemental; ya que en ese momento el aire intenta anular al fuego, en lugar de colaborar con él.
Por eso, los iniciados deben actuar con reverencia ante los elementos, incluso en gestos pequeños. Una vela encendida no es sólo una fuente de luz, sino un recordatorio de la chispa divina que mora en el interior del ser humano.
En el templo iniciático
En ciertos ritos de la masonería y sobre todo en el Rito Antiguo y Primitivo de Menfis Mizraim, la luz de una vela representa entre otras cosas, la luz de la sabiduría y el conocimiento.
Por eso se dice que “la luz no se apaga, se retira”.
El fuego sagrado no se extingue con el aliento humano, porque el verbo del hombre no debe usarse para anular lo divino, sino para honrarlo.
Pero… ¿por qué sí soplamos las velas de cumpleaños?
Curiosamente, en el contexto de los cumpleaños, soplar las velas tiene un significado completamente distinto, aunque por supuesto, también tiene un profundo simbolismo.
1. El fuego como portador del deseo
Las velas de cumpleaños nacen de antiguas tradiciones griegas y romanas donde se ofrecían velas encendidas a los dioses como mensajeras de los deseos humanos. Al soplar, la persona enviaba su aliento vital junto con un pensamiento o deseo, esperando que éste ascendiera al cielo a través del humo de la vela. En ese caso, el soplo no apaga la vida; la dirige, la entrega y la eleva.
2. El aliento como puente entre el hombre y lo divino
Soplar las velas del pastel no es un acto de dominación, sino de intención consciente. El aire del aliento transporta un deseo, una afirmación de vida. Por eso el acto va acompañado de alegría, gratitud y propósito.
Todo se basa en la intención. Dentro del templo, soplar sería un acto de interrupción; en el cumpleaños, es un acto de ofrenda y renovación.
Una enseñanza práctica
De ambos gestos el respeto iniciático y el soplo del cumpleaños podemos extraer una misma lección:
“El fuego debe tratarse con conciencia.”
Conclusión
En las tradiciones iniciáticas, no soplar el fuego es una muestra de reverencia hacia la vida, el espíritu y los elementos. En los cumpleaños, en cambio, soplar las velas es un acto de esperanza y renacimiento.
En conclusión, el fuego puede o no soplarse, dependiendo de la intención de su origen. Si es ritualístico o de celebración.
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