Excelencia o Masificación en la Masonería

El masón ideal es alguien que anhela aprender, una persona de vasta cultura y sólida formación académica, capaz de profundizar en los complejos simbolismos y enseñanzas de la Orden.

Gemelo

8/21/20252 min read

Excelencia o Masificación

La masonería ha sido objeto de innumerables debates. ¿Quiénes son realmente los masones? ¿Son un grupo de élite de alto estatus social, o un camino abierto para todos? La verdad, como en muchos aspectos de la vida, se encuentra en un matiz. Es un tema que merece ser analizado con franqueza, tanto por quienes ya recorren este sendero como por aquellos que, desde fuera, se preguntan si es su destino.

El Ideal Masónico: Intelecto y Compromiso

La masonería no es, en esencia, un club social, sino una escuela de vida: un lugar donde se busca el conocimiento y se perfecciona el carácter. El masón ideal es alguien que anhela aprender, una persona de vasta cultura y sólida formación académica, capaz de profundizar en los complejos simbolismos y enseñanzas de la Orden.

Los “trazados” o “planchas”, que son trabajos escritos, no son simples redacciones; son reflexiones que exigen investigación, claridad de pensamiento y dominio del lenguaje, virtudes que solo se adquieren con disciplina.

Además del intelecto, el masón debe cultivar la retórica y la elocuencia. La capacidad de expresar ideas con claridad y convicción es fundamental para el crecimiento personal y colectivo. Argumentar con lógica y debatir con respeto enriquece a la fraternidad. Esta habilidad, sin embargo, no surge de inmediato: requiere un compromiso constante con el perfeccionamiento personal.

La Realidad Económica de la Fraternidad

Aunque la búsqueda de la Luz no tiene precio, la infraestructura que la sostiene sí lo tiene. Los templos masónicos, espacios sagrados donde se celebran los rituales, requieren mantenimiento. El alquiler, los servicios básicos y los instrumentos simbólicos necesarios para cada ceremonia generan costos que solo se cubren gracias a las cuotas de los miembros.

Por ello, es deseable que un masón cuente con una posición económica estable. No se trata de exigir opulencia, sino de asegurar que pueda cumplir con sus obligaciones sin dificultad. Cuando un miembro no puede aportar, la carga recae en otros, lo que genera tensiones y puede alterar la armonía.

El camino masónico, además, se extiende más allá del templo. Congresos y convenciones nacionales o internacionales ofrecen oportunidades valiosas para el intercambio de ideas y el fortalecimiento de lazos. Sin embargo, asistir a estos eventos implica gastos de viaje, hospedaje y viáticos. La falta de solvencia económica puede marginar a algunos, privándolos de experiencias que enriquecen tanto al individuo como a la Orden.

La Paradoja de la Masificación

Con el deseo de crecer en número, algunas logias han relajado sus estándares de admisión, abriendo las puertas a personas sin la preparación cultural o económica necesaria. Este afán de masificación puede resultar contraproducente.

Un iniciado sin la base académica suficiente tendrá dificultades para asimilar el conocimiento profundo de la masonería, limitándose a trabajos superficiales. De igual manera, la incapacidad de cumplir con las responsabilidades económicas genera fricción y desarmonía. La fraternidad, en esencia, se fortalece con la calidad de sus miembros, no con la cantidad.

La masonería no es para todos, pero está abierta a cualquiera que aspire a elevarse a la altura de sus ideales. No es un club exclusivo para la élite, sino una oportunidad para quienes buscan la excelencia, no por vanidad, sino por un sincero deseo de perfeccionarse y contribuir al bien común.

Se buscan individuos dispuestos a ser faros de conocimiento y virtud, hombres y mujeres que comprendan la magnitud del trabajo que les espera y que estén listos para invertir en su propio crecimiento y en el de la Orden.